jueves, 21 de octubre de 2010

A los que necesitan de un milagro para creer

En éstos tiempos donde han caído todas las barreras morales, donde lo abyecto pasó a ser el pan nuestro de cada día, donde la corrupción ha alcanzado a todos y cada uno de los integrantes del chiquero –por acción u omisión-, donde los diez mandamientos se han reducido a uno o dos a lo sumo, donde el único que está preso es Robledo Puch (y encima, mal preso pues cumplió condena y está loco, con lo cual debería estar en un centro para enfermos mentales y no en prisión), donde a la Iglesia Católica la defiende el Rabino Bergman, donde los putos se casan, donde Moyano amenaza a la democracia sin que a nadie se le mueva un pelo (porque en realidad, no hay democracia) y podría seguir dando argumentos que sustentan nuestro cotidiano agnosticismo, ha sucedido un hecho para aquellos que para creer necesitan de un milagro.

El milagro sucedió relativamente cerca, en un país vecino. Chile, para mas datos. Treinta y tres mineros fueron rescatados con vida luego de casi dos meses de estar sepultados vivos a cerca de 700 metros de profundidad.

Para que te des una idea, las torres gemelas de Nueva York alcanzaban los 400 metros, las Petronas de Kuala Lumpur, los 519 metros. Seis manzanas para abajo estaban estos mineros. Bajo roca.

Transcurrieron 17 días sin noticias. Hasta que llegaron a ellos y supieron que estaban vivos. Los 33.

Imaginate ahora lo que te sucede cuando te quedás encerrado dentro de un ascensor por un corte de luz. Estas a 30 centímetros del exterior a lo sumo durante dos, tres o cuatro horas.

Compará esa imagen mental con estar a seiscientos metros bajo roca, y la incertidumbre – luego de 17 días – de pensar si te están buscando o no. Si ya te han dado por muerto y ya no te buscan. A los muchachos uruguayos del All Christians, protagonistas del Milagro de los Andes, a la semana de caído el avión ya no los buscaban más oficialmente. Solo los buscaba Carlos Páez Vilaró, mas por desesperación que por certeza. Y se rescataron solos.

Luego de treinta y tres días de una heroica trepanación, con maquinaria de uso militar traída especialmente de Afganistán junto al equipo de operadores, logran la primera parte del milagro. Horadar 600 metros de roca en pleno desierto. Para hacer una comparación válida, agarrá ese taladro percutor chino y pedorro que tenés arrumbado y lleno de tierra, ponele la mejor mecha de widia y tratá de hacer un agujero en una columna de hormigón para poner un taco Fischer de 5 mm de diámetro. Luego de una semana y haber fundido 10 taladros y cambiado diez de tus mejores mechas, habrás llegado a perforar los 3 centímetros requeridos para poner el taco.
Ahora, hacé lo mismo pero con una mecha de 70 centímetros de diámetro, en forma vertical, y te podrás dar cuenta de lo que fue hacer ese túnel salvador, y por que hablo de milagro.

Y se produjo el milagro. Increíblemente, rescataron en una hazaña inédita a 33 mineros con vida luego de dos meses.

Imaginemos ahora lo que tarda Argentina en hacer una estación de subte, horadando tierra, y comprenderemos aún mejor por que hablo de un milagro.

Los milagros existen, a veces Dios nos permite hacerlos y traernos un poco de gloria ante todas nuestras miserias. Que nos hacen volver a creer, a los que aún sin rendirnos del todo ante el facilismo y pensamiento mágico, hemos tenido dudas alguna vez.

Vaya pues el agradecimiento a Dios por el obsequio de la Fe y a los hermanos chilenos por hacerlo posible.

Lo hicieron porque no sabían que era imposible

No hay comentarios: