El abuso de las Patentes de Corso y el fin de la adolescencia

Esta práctica medieval era un artilugio de mutua conveniencia, que permitía a los monarcas hacerse de unos dinerillos tercerizando actos vandalicos.
Tenía el beneficio de por ejemplo, no reconcerse como autores de hostilidades hacia países con los que no se estaba en guerra, atribuyéndolos a “simples piratas”.

Las patentes de corso modernas, de uso intensivo en este chiquero, son de una similitud con las primigenias que asombran.
Los D´Elia, los Esquenazi, los Cristóbal López, los Rudy Ulloa, son los modernos corsarios que, como dijera el poeta autodidacta José Luis Manzano, roban para la corona.

El problema viene siendo que hoy, para conseguir patente de corso, hay una fila larga de prohombres, y cada vez ofrecen mas porcentaje para asegurarse una patente. Han caído en la maniobra hasta las empresas mas encumbradas, haciéndose cómplices -por acción u omisión- de estas prácticas.

Pocas veces, en lo personal, he leído los comentarios de la prensa como en la actualidad, que con nulo disimulo hablan ya de incompetencia los mas conservadores y de chorros los mas agretas. Todo ello, bajo una mirada abúlica de un pueblo sometido a las humores de un solo tipo, que no se caracteríza ni por su tolerancia ni mucho menos por su inteligencia y sentido común, sino por el poder que acumula mediante el sencillo acto de preguntar ¿Cuanto cuesta tu cariño?

Estamos en la antesala de una debacle institucional -que duda cabe- y nadie está corriendo para ningun lado. Nadie corre, porque si algo hemos aprendido, es que no tiene mayor sentido disparar cuando la ola del tsunami ya se ve. Te vas a mojar igual.

Creo que estamos todos a la expectativa de que pase la gran ola, para que una vez que pase, volver a bajar el lomo para juntar los cachos que queden, y ver -si de una buena vez- podemos poner dos larillos uno sobre el otro sin que el”proximo” venga y los tire abajo del primer patadon con un discurso inaugural que hable de la “pesada herencia recibida”.

La brutal exacción planteada por las delictivas retenciones, su falso destino público, el aplauso embrutecido de mayorías ignorantes y pagas, solo será el principio del final del modelo. Nuevas patentes de corso se emitirán para disponer de esos fondos

¿Pero que va a pasar el día después que esta gentuza cante las hurras?
¿Vendrá un nuevo piloto de tormentas?
¿Como se hará para encarrilar a tanto subisidio-dependiente sin pisar algunos callos? ¿Con el otorgamiento de nuevas patentes de corso?

Nuestros “representantes” nuevamente han dado muestras de no estar a la altura de las circunstancias. Se han dejado amenazar con un revólver en la sien para convalidar una ley que atenta contra el bienestar general, arguyendo falsedades que son inaceptables hasta en neuropsiquiátricos, y que no resisten el análisis no ya de encumbrados economistas, sino de Silvia Süller, su hermano sodomita y toda la jaula de ganado de Gran Hermano.

Si hasta el sonriente puntano sodomizado parece un estadista, cuidándose muy bien de informar que su “modelo productivo” es irreproducible a nivel nacional.

Nuestra adolescencia perpetua es uno de los legados mas perniciosos que hemos heredado de nuestros mesías con pies de barro: Los militares y sus proyectos faraónicos, Perón y su modelo distribuidor de riquezas acumuladas por otros, en el medio una ensalada de terroristas que hasta la fecha nadie sabe bien que quería, pero que cuando llegaron al poder, se empeñaron en ponerse al día -sobre todo- económicamente.

Las grandes crisis se resuelven en general con un punto de hastío masivo, donde todo resulta intolerable, y la cosa se quiebra. Puede ser un matrimonio o un gobierno. La crisis toma tal entidad, que ya no se la discute, se deja que evolucione y que dispare para algun lado.

El peronismo es un monstruo moribundo, que en sus últimos estertores se resiste a partir sin víctimas.

No se puede pretender que el público siga aplaudiendo los mismos trucos de magia, cuando ya todos saben que la galera tiene trampa y que la capa es de utilería. Tampoco el mago puede creer que le va bien con sala llena, cuando regala las entradas al espectáculo, y ve que su público solo está alli porque afuera es noche y llueve tanto...

¿Será cuestion de armarse, pero no con un fierro o con cadenas, sino con paciencia? ¿Será el momento de dejar que el monstruo muera por el propio veneno al morderse la cola?¿Será el momento de dejarlos actuar hasta que no quede ladrillo sobre ladrillo, para evitar que una salida a escobazos los convierta en martires futuros?

¿Será finalmente, el momento de dejar la adolescencia abruptamente, como aquellos jóvenes que su padre finalmente echa del hogar a los 35 años, porque ya no le creen que sigue estudiando?